Hogar, apestoso hogar...
Desde hace unos años trabajo para Charunder State Limited, una empresa del Sistema Charunder. En concreto, pertenezco a una subdivisión minera situada en Whitworth Station, una estación de tipo Orbis que, vista de frente, recuerda vagamente a las ruedas de las bicicletas que se usan para hacer deporte en los planetas turísticos… aunque tristemente solo conozco las bicicletas de verlas en imágenes, nunca he visto una de verdad.
La estación gira sobre sí misma y da una vuelta completa cada 127 segundos; este movimiento genera cierta gravedad, mayor cuanto más lejos estás del centro. Y cuanta más gravedad quieras, mayor es el precio que deberás pagar. En el espacio exterior, una gravedad apreciable es un lujo exclusivo para los más ricos.
Este tipo de estaciones tienen un cilindro central donde se encuentran las bahías de aterrizaje junto a las principales dependencias que, en el caso concreto de esta estación, son refinerías de minerales, minúsculos apartamentos, tiendas diversas y algunos bares, la mayoría de ellos bastante cochambrosos. A esta parte la solemos llamar “El Bloque” y su gravedad es de unas 0,13 g, un poco superior en las dependencias más exteriores.
Rodeando este robusto cilindro central suele haber dos anillos de distinto tamaño. Sin embargo, en Whitworth Station el anillo pequeño no existe y, en su lugar, hay unos anexos auxiliares, cada uno especializado para un propósito determinado: alojamientos, almacenes, generadores de energía, etc. En algunos puntos de estos anexos se puede alcanzar hasta 0,5 g de gravedad.
El único anillo de Whitworth Station tiene un radio de 4 km y, si tienes la suerte de poder estar allí, podrás disfrutar de una gravedad igual a la de la vieja Tierra, gracias a la conjugación de la velocidad de rotación y del radio de la circunferencia. Se trata de un toroide elegante y grácil, al cual se puede acceder desde el centro a través de unos ascensores que conectan ambas partes; siguiendo el símil de la rueda, los ascensores se podrían asemejar a los radios de la misma. A este anillo se le conoce como “La Corona”.
La Corona está reservada para los más pudientes y requiere un permiso especial para poder acceder. Dentro se ubican lujosos alojamientos con unas vistas espectaculares. También hay muchas zonas verdes y restaurantes exclusivos.
El contraste entre las partes es abismal casi de manera literal, ya que están separadas por el abismo impenetrable del espacio exterior y con los ascensores cómo único elemento de unión. Bloque y Corona, infierno y cielo, unidos por el ascensor, un delicado cordón umbilical.
El ambiente del Bloque es opresivo, casi claustrofóbico. El ruido, calor, humo y suciedad que desprenden las refinerías se cuela por cada rincón y te provocan una incomodidad vital crónica.
En la Corona, sin embargo, todo es armonía y felicidad. La suave y fresca brisa; los sonidos relajantes del agua y los pájaros; la sublime vista del planeta al que orbita la estación, con sus grandes y volubles nubes de amoníaco que azulean el tono ocre de su superficie. La luna del planeta un poco más allá, alejada pero bien visible. Todo ello se une para crear un ambiente lo más apacible posible que pueda existir en una estación espacial.
Mi hogar, apestoso hogar, se encuentra en el Bloque, evidentemente; a la Corona he ido muy pocas veces en los años que llevo aquí, solo de visita en ocasiones especiales, como alguna fiesta de empresa.
Bloque y Corona conforman un estupendo símil sobre la diferencia de clases que existe en la Federación y lo complicado que es ascender desde las inferiores a la superiores. Los ascensores que las conectan tienen una capacidad muy reducida y su frecuencia de paso es casi nula.
La estación gira sobre sí misma y da una vuelta completa cada 127 segundos; este movimiento genera cierta gravedad, mayor cuanto más lejos estás del centro. Y cuanta más gravedad quieras, mayor es el precio que deberás pagar. En el espacio exterior, una gravedad apreciable es un lujo exclusivo para los más ricos.
Este tipo de estaciones tienen un cilindro central donde se encuentran las bahías de aterrizaje junto a las principales dependencias que, en el caso concreto de esta estación, son refinerías de minerales, minúsculos apartamentos, tiendas diversas y algunos bares, la mayoría de ellos bastante cochambrosos. A esta parte la solemos llamar “El Bloque” y su gravedad es de unas 0,13 g, un poco superior en las dependencias más exteriores.
Rodeando este robusto cilindro central suele haber dos anillos de distinto tamaño. Sin embargo, en Whitworth Station el anillo pequeño no existe y, en su lugar, hay unos anexos auxiliares, cada uno especializado para un propósito determinado: alojamientos, almacenes, generadores de energía, etc. En algunos puntos de estos anexos se puede alcanzar hasta 0,5 g de gravedad.
El único anillo de Whitworth Station tiene un radio de 4 km y, si tienes la suerte de poder estar allí, podrás disfrutar de una gravedad igual a la de la vieja Tierra, gracias a la conjugación de la velocidad de rotación y del radio de la circunferencia. Se trata de un toroide elegante y grácil, al cual se puede acceder desde el centro a través de unos ascensores que conectan ambas partes; siguiendo el símil de la rueda, los ascensores se podrían asemejar a los radios de la misma. A este anillo se le conoce como “La Corona”.
La Corona está reservada para los más pudientes y requiere un permiso especial para poder acceder. Dentro se ubican lujosos alojamientos con unas vistas espectaculares. También hay muchas zonas verdes y restaurantes exclusivos.
El contraste entre las partes es abismal casi de manera literal, ya que están separadas por el abismo impenetrable del espacio exterior y con los ascensores cómo único elemento de unión. Bloque y Corona, infierno y cielo, unidos por el ascensor, un delicado cordón umbilical.
El ambiente del Bloque es opresivo, casi claustrofóbico. El ruido, calor, humo y suciedad que desprenden las refinerías se cuela por cada rincón y te provocan una incomodidad vital crónica.
En la Corona, sin embargo, todo es armonía y felicidad. La suave y fresca brisa; los sonidos relajantes del agua y los pájaros; la sublime vista del planeta al que orbita la estación, con sus grandes y volubles nubes de amoníaco que azulean el tono ocre de su superficie. La luna del planeta un poco más allá, alejada pero bien visible. Todo ello se une para crear un ambiente lo más apacible posible que pueda existir en una estación espacial.
Mi hogar, apestoso hogar, se encuentra en el Bloque, evidentemente; a la Corona he ido muy pocas veces en los años que llevo aquí, solo de visita en ocasiones especiales, como alguna fiesta de empresa.
Bloque y Corona conforman un estupendo símil sobre la diferencia de clases que existe en la Federación y lo complicado que es ascender desde las inferiores a la superiores. Los ascensores que las conectan tienen una capacidad muy reducida y su frecuencia de paso es casi nula.
Hogar, apestoso hogar...
Reviewed by Pablo Barroso
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18:19
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