Fabio
Hace unos meses empezó a trabajar en la compañía un nuevo informático llamado Fabio Pastucci, un chaval delgado, de tez morena y con el pelo oscuro recogido en una coleta. Su actitud inicial era distante y desconfiada; se notaba que era algo tímido, inseguro, nervioso, pero me pareció buena persona y decidí tantearle.
Según nos decía, había llegado a nuestra empresa porque quería nuevos retos profesionales; algo muy dudoso, ya que parchear firmware en vetustas Keelback’s mineras no debe ser el trabajo soñado para ningún ingeniero informático.
Poco después de llegar a la empresa, Fabio vino un día a actualizar el software de la nave que me tocaba pilotar esa temporada. Se mostraba algo inquieto y reservado, pero mi innata simpatía finalmente venció su timidez y, poco a poco, nos hicimos amigos. Unos días después empezó a salir de cervezas conmigo y mis colegas.
También quedábamos a comer de vez en cuando. Tiene gran afición por la pasta y las pizzas, sus genes italianos le delataban. Y pronto descubrimos que también le gustaba consumir otro tipo de productos: las drogas, especialmente aquellas más caras, potentes y peligrosas que pueden encontrarse en las cantinas y antros de la Federación.
Pero no puedo juzgar a nadie por asuntos como ese. Cada uno es libre de alienarse como desee para sobrellevar mejor esta apestosa vida que nos ha tocado vivir.
Al principio su uso de narcóticos estaba relativamente controlado; Fabio parecía el típico consumidor ocasional en tiempo de ocio. Pero su adicción se le empezó a ir de las manos; poco a poco iba aumentando la frecuencia y volumen de las dosis de la mierda que se chutaba.
Los créditos se le deslizaban suavemente de los bolsillos como cuando intentas coger agua con las manos. Y Fabio cada vez estaba más sediento.
Según nos decía, había llegado a nuestra empresa porque quería nuevos retos profesionales; algo muy dudoso, ya que parchear firmware en vetustas Keelback’s mineras no debe ser el trabajo soñado para ningún ingeniero informático.
Poco después de llegar a la empresa, Fabio vino un día a actualizar el software de la nave que me tocaba pilotar esa temporada. Se mostraba algo inquieto y reservado, pero mi innata simpatía finalmente venció su timidez y, poco a poco, nos hicimos amigos. Unos días después empezó a salir de cervezas conmigo y mis colegas.
También quedábamos a comer de vez en cuando. Tiene gran afición por la pasta y las pizzas, sus genes italianos le delataban. Y pronto descubrimos que también le gustaba consumir otro tipo de productos: las drogas, especialmente aquellas más caras, potentes y peligrosas que pueden encontrarse en las cantinas y antros de la Federación.
Pero no puedo juzgar a nadie por asuntos como ese. Cada uno es libre de alienarse como desee para sobrellevar mejor esta apestosa vida que nos ha tocado vivir.
Al principio su uso de narcóticos estaba relativamente controlado; Fabio parecía el típico consumidor ocasional en tiempo de ocio. Pero su adicción se le empezó a ir de las manos; poco a poco iba aumentando la frecuencia y volumen de las dosis de la mierda que se chutaba.
Los créditos se le deslizaban suavemente de los bolsillos como cuando intentas coger agua con las manos. Y Fabio cada vez estaba más sediento.
Fabio
Reviewed by Pablo Barroso
on
14:24
Rating:
No hay comentarios: