Lotería

En la Federación existen muchas loterías que nos permiten soñar con tener una lujosa vida llena de caprichos y ausente de deberes. Otra mentira de las grandes Corporaciones para ordeñarnos más si cabe.

Pero a mí me tocó una lotería muy particular al conocer a Fabio.

La empresa para la que Fabio y yo trabajamos está especializada en la extracción de minerales tanto en cinturones de asteroides como en anillos planetarios. Yo llevo un par de años minando uraninita en un cinturón de asteroides cercano a una estrella. La uraninita es un mineral relativamente abundante y, por lo tanto muy barato. De este mineral se extrae el uranio, un metal plateado con cierta radioactividad. Se supone que los contenedores estándar son suficientes para frenar la escasa radioactividad de la uraninita… al menos eso me dicen.



En minería tradicional se suelen lanzar drones de prospección a los asteroides para conocer su composición y decidir si es rentable o no minarlos. Pero para la uraninita no se usan ya que su coste no compensa el beneficio de encontrar asteroides con mayor concentración de mineral. Simplemente se elige un asteroide no hollado y se dispara el laser de minería sobre él. Esto provoca que se desprendan numerosos fragmentos de material y queden flotando en el vacío del espacio; finalmente los drones de recolección recogen los pedazos para llevarlos a la refinería ubicada en la nave, donde se refinan los materiales que contengan y se almacenan en contenedores de la bodega de carga.

De vez en cuando, muy raramente, hallamos un asteroide trufado de minerales o metales valiosos… platino, paladio, oro, e incluso algunos afortunados encuentran la anhelada painita. En estos casos la empresa acepta alegremente estos regalos del Padre Universo y recompensa al piloto con una palmadita en la espalda y una pequeña cantidad de créditos que apenas llegan para invitar a los colegas a una ronda de cervezas.

Cada minúsculo pedazo de asteroide que recogen los drones queda registrado y contabilizado; evidentemente el resultado final del proceso (contenedores de minerales y metales refinados) también queda automáticamente inventariado y, al realizar la descarga, se comprueba minuciosamente que todo cuadra, por la cuenta que le trae a nuestra empresa.

El software que se encarga de realizar estos controles es responsabilidad del departamento de informática de la empresa. Fabio trabaja en dicho departamento y tiene un relativo control sobre el funcionamiento de estos sistemas.



Últimamente se veía a Fabio cada vez más nervioso. Nos pidió dinero a algunos de nosotros, prometiéndonos devolverlo con intereses y con su gratitud infinita. Ni siquiera se molestó en mentirnos sobre la finalidad para la que necesitaba el dinero tan urgentemente. No sabe mentir y no somos tontos.

Yo le dejé unos cuantos créditos, supongo que lo justo para una dosis de narcóticos. Sabía que era tirar el dinero pero me daba pena verle así. Le dije que era la última vez y que tenía que intentar dejar esas mierdas que se chutaba descontroladamente.

A los pocos días vino a verme a mi apartamento, mucho más tranquilo.

—Sam, hola, ¿qué tal?—me dijo amigablemente—. Gracias por lo del otro día, no lo olvidaré. Te debo una.

—Fabio, me debes una y 50 créditos, que no se te olvide—le repliqué con firmeza—. Tienes que dejarlo, supongo que es muy difícil, pero no te queda otra opción. Como sigas así vas a terminar mal, lo sabes.

—Si… estoy en ello, te lo prometo—me contestó, desviando la mirada—. Verás, para poder devolverte el dinero se me ha ocurrido una idea. Es ilegal y peligroso, pero creo que podemos hacerlo sin que nadie se dé cuenta.

—Fabio, no quiero líos, bastantes problemas tengo ya como para buscarme más.

—Sam, es fácil—me insistió— y podrías sacar bastante pasta como para dejar la empresa, comprarte una Sidewinder baratita y buscarte la vida por tu cuenta. Justo lo que siempre has soñado, me lo has dicho muchas veces.

—No sé Fabio… en fin, cuéntamelo, por oírlo no pierdo nada.

—Mira, sé que a veces encontráis asteroides con materiales especialmente valiosos, que los mináis y que la empresa se queda con todos los beneficios. Mi idea es extraviar unas pocas unidades de estos metales valiosos, como por ejemplo paladio, platino, oro… alguno que merezca la pena. Yo puedo arreglar el sistema de control de la nave de manera que no contabilice datos sobre dicho metal ni en los pedazos de asteroide, ni en la ranura de la refinería, ni en el contenedor del metal refinado, y que los sustituya por uraninita.

—¿Cómo?—le respondí entre sorprendido y asustado— Eso sería robar a nuestra empresa y arriesgaríamos nuestro pellejo. Si nos pillaran seguro que nos matarían. Lo veo muy peligroso, pero… en fin, ¿qué tendría que hacer yo?

—Sam, lo único que tendrías que hacer es dejarme revisar el software de tu nave—me dijo guiñándome un ojo—. Yo pondría un parche que activaría una especie de alarma y te avisaría cuando se detectara alguno de los metales preciosos en uno de los pedazos de asteroides. A partir de ese momento, el sistema informático de registro de la nave sustituiría el identificador de metal precioso por el de la uraninita que recolectas tú. Así que dicho metal valioso sería invisible para la central, nadie lo sabría.

—No sé, veo muchas lagunas—le dije, dubitativo—… ¿cómo sacaríamos esos contenedores “fantasma” de mi nave?

—Podemos contratar a un piloto con nave propia que se citara contigo en algún lugar discreto. Tú eyectarías los contenedores del metal precioso, él los de uraninita y ambos cogeríais el contenedor del otro. ¿Conoces a alguien que pudiera ayudarnos?

—Sí, quizás…—dije yo, pensando— tiene que ser alguien fiable y que no haga muchas preguntas. Conozco a un par de tíos que podrían servirnos. No sé, Fabio, déjame pensarlo, es un paso arriesgado y me juego mucho.

—Sí, Sam, por supuesto, tómate tu tiempo… pero no demasiado porque, si tú no quieres hacerlo, se lo voy a proponer a otro. Te lo he dicho a ti primero porque siempre te has portado muy bien conmigo y confío en ti. Además ahora es una buena ocasión por la ausencia de Volkov, que es un jodido perro de presa con gran olfato para descubrir este tipo de asuntillos turbios.

Volkov es un detective propio de la empresa, muy astuto y despiadado… se cuentan historias truculentas sobre sus métodos de interrogatorio. En esos momentos se encontraba de vacaciones y su sustituto era un detective novato que no sabría encontrar ni sus propios calzoncillos sin ayuda de su madre.

Tenía que echar cuentas para estimar la probabilidad de conseguir una Sidewinder gracias al plan de Fabio. Platino a 19.000 créditos la tonelada; paladio a 13.000; tório a 11.000; oro y osmio a 9.000; prasedomio y samario a 8.000. El siguiente metal por orden de su valor era la plata, a 4.000 créditos la tonelada. No, la plata habría que descartarla, su valor no era suficientemente grande.

En las raras ocasiones que nos encontrábamos con un metal valioso, solían refinarse unas dos o tres toneladas del mismo. A veces hasta cuatro… y otras, desafortunadamente, solo una tonelada. Todo dependía de la composición del asteroide en cuestión.

Yo necesitaba unos 10.000 créditos que, sumados a mis ahorros, me llegarían para comprarme la Sidewinder más “cacharra” con la que poder empezar a trabajar por mi cuenta. Otro tanto iría para Fabio. Por tanto, la suma neta a conseguir debería ser unos 20.000 créditos, preferiblemente más para poder equipar mínimamente la nave que me comprase.

A ello habría que sumar el coste de comprar la uraninita que se sustituiría por las unidades “extraviadas” del metal precioso; el precio de la uraninita son unos 900 créditos por tonelada, por lo que las tres toneladas estimadas nos costarían unos 3.000 créditos, redondeando. Ya nos iríamos a 23.000 créditos brutos.

La contratación del piloto con el que hacer el intercambio, ¿cuánto podría costarnos? Calculé que unos 1.000 créditos, quizás algo más. Y nos haría falta alquilar una nave para poder vender el material en algún Sistema distinto al nuestro, que podría costar unos 300 créditos.

Estimé que nos harían falta unos 25.000 créditos en total, que podríamos conseguir si lográbamos refinar dos unidades de platino o paladio; de los demás metales preciosos harían falta tres unidades por lo menos.

En caso de no llegar a la cantidad que yo necesitaba para comprarme una nave, podríamos repetir el proceso otra vez. Pero yo no quería tener que llegar a ese extremo; hacerlo una vez era muy arriesgado; hacerlo dos veces, una locura. Con algo de suerte una vez debería ser suficiente, al menos en mi caso.

Para Fabio era otra historia. Él también quería hacerlo solo una vez. Con el dinero que sacáramos, pensaba darse una juerga final de escándalo y después empezar el proceso de desintoxicación en un centro especializado en ello. Eso decía él; no sé si realmente se lo creía. Yo creo que Fabio, con abundante dinero en el bolsillo, iba a ser incapaz de superar su dependencia. El dinero se le acabaría y volvería a tirar los dados en este jueguecito que se le había ocurrido, conmigo o con otro minero. Así hasta que le pillaran.

Yo tenía que evaluar cuidadosamente los riesgos y los beneficios. Según mis cuentas, sacar los 25.000 créditos era casi una cuestión de cara o cruz; todo dependía de encontrar un metal u otro y de la cantidad que se lograra refinar del mismo.

Pero por otro lado, en caso de no intentarlo, ¿cuál era la alternativa? Una vida esforzada e inútil, sin apenas alegrías para llegar un día en que un pirata o un fallo de pilotaje o cualquier causa incontrolable me matara… lo cual quizás sería mejor que llegar a viejo sin dinero y morir de hambre o frío en algún lugar recóndito de una estación espacial olvidada.

Hace años que no tengo familia… y hay muy poco que me retenga aquí, en la Federación; apenas un puñado de buenos amigos.

Realmente no había mucho que pensar porque tenía poco que perder. Así que al día siguiente le dije a Fabio que aceptaba su propuesta.


Lotería Lotería Reviewed by Pablo Barroso on 16:23 Rating: 5

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