Rabia
Panov podría haberse afiliado a la superpotencia de Aisling Duval realizando una petición telemática desde su nave, acomodado en cualquier ubicación de la galaxia. Pero quería hacerlo de manera personal en una oficina de la superpotencia de Cubeo, el sistema donde se situaban los cuarteles generales de dicha superpotencia. De alguna manera sentía que, haciéndolo así, algún tipo de justicia divina le recompensaría con un encuentro casual con su amada Aisling.
Así pues, dirigió a Malenky hacia Medupe City, la estación espacial más cercana a la estrella principal del sistema. Panov se sentía vulnerable. Conocía sus limitaciones, tanto las suyas propias en su rol de piloto novato como las inherentes a su mediocre nave. Y tenía que minimizar las opciones de ser interdictado eligiendo la estación espacial más próxima a la estrella, para estar el menor tiempo posible como potencial victima de cualquier pirata; o incluso de algún temerario miembro de una superpotencia rival que osara adentrarse en el hogar de sus enemigos.
Malenky saltaba poco por lo que el viaje se hizo más dilatado de lo deseado. Una de las prioridades de Panov era mejorar el motor de salto de Malenky, algo básico para poder moverse con agilidad por la galaxia.
Antes de realizar el último salto, el que le llevaba a Cubeo, Panov sintió una extraña excitación, mezcla de miedo y entusiasmo. Cubeo era un sistema muy importante y concurrido, por lo que las probabilidades de tener un encuentro peligroso eran grandes.
La llegada a Medupe City se realizó sin ningún contratiempo. Panov pidió permiso para estacionar y consiguió posar su Sidewinder en la plataforma de aterrizaje asignada.
Después de apagar todos los sistemas de Malenky, Panov descedió al hangar. Lo primero que sintió fue la extraña sensación de gravedad de las estaciones espaciales; y el abismo de advertir que los conceptos de arriba y abajo perdían el sentido al mirar por encima de su cabeza y ver que su arriba era el abajo de los pilotos estacionados allí. Pero le duró poco, esas sensaciones las había sentido muchas veces anteriormente y su mente estaba bastante acostumbrada a ellos.
Caminó hasta encontrar la oficina de la superpotencia de Aisling Duval. La imagen de la bella lideresa estaba por todas partes y espoleaba a sus súbditos a pelear por su causa: eliminar la esclavitud en los mundos del Imperio. Había también numerosos carteles y folletos del movimiento no gubernamental Stop Slavery Stupid promovido por Aisling.
Panov se acercó a un mostrador y solicitó el ingreso en la superpotencia. El agente que le atendía se mostró extrañado.
- ¿Has venido aquí para inscribirte pudiendo hacerlo desde tu nave?
- Si... quiero hacer las cosas bien desde el principio. Y formalizar mi inscripción aquí es como un juramento de bandera. Supongo que soy demasiado romántico e idealista para estos tiempos tan pragmáticos.
- Muy bien chaval, nos vienen bien los idealistas. Y también gente de buena cuna y formada como tú, que se nota que has tenido una educación excelente. Quizás podríamos buscarte una ocupación donde se pudiese aprovechar tu buena imagen y tu formación.
- Gracias pero no, prefiero trabajar para la causa de Aisling como piloto de mi nave.
- ¿Qué nave tienes? ¿Cuáles son tus niveles de piloto?
- Err… pues tengo una Sidewinder… y mis niveles son los más bajos. Pero mejoraré pronto, estoy muy motivado por defender su causa e ideales, y eso es el mejor acicate.
El burócrata entrecerró un poco los ojos y cambió sutilmente su forma de mirar a Panov, con un atisbo de decepción en su mirada.
- Vaya… lo siento chaval, pero por ahora y con tu nivel y tu nave, poco nos puedes ayudar. Hay varias maneras de apoyarnos: transportando contratos, propaganda o bien combatiendo por nosotros. Lo de transportar es relativamente fácil pero la capacidad de carga de tu nave es ridícula. Y lo de combatir es una locura, más bien un suicidio para ti, no durarías ni dos Telediarios… a propósito, ¿de dónde vendrá esta expresión?
Panov se ofuscó al sentir el sutil desprecio del oficinista. E, incapaz de ocultar sus sentimientos, su enfado se hizo patente para cualquiera que le mirara un poco.
- Señor, mi determinación es fuerte y ni su desdén ni las limitaciones de mi nave me impedirán trabajar para que los ideales de Aisling Duval prevalezcan. Volveré pronto, con una nave mucho mejor y volveremos a retomar esta conversación.
Panov se dio la vuelta y abandonó la oficina. Ya había pensado sobre las pocas posibilidades de su nave para ser medianamente productivo para la causa de Aisling. Aún así, el desprecio del burócrata le había herido y a la vez le había encendido una pequeña chispa de ira en su interior.
Su meta principal era conseguir una nave mejor. Y para ello necesitaba dinero. Y también subir su nivel de piloto ya que para acceder a naves más complejas y grandes había que acreditar que se sabía manejarlas.
Y la mejor manera de conseguir ambos objetivos era realizar misiones para las facciones menores de los sistemas.
Por lo tanto contactó con el representante de una de las facciones y este le mostró varias misiones disponibles en ese momento; la mayoría de ellas estaban relacionadas con una epidemia que se estaba propagando en Primi, un sistema cercano a Cubeo.
Finalmente Panov aceptó una misión de trasporte de medicinas a Dreyer Hub, un pequeño espacio-puerto de Primi. Parecía una manera fácil de empezar a ganar algunos créditos. Lo de la epidemia era poco preocupante. Panov sabía que los procedimientos de descarga de mercancías estaban totalmente automatizados por lo que ni siquiera era necesario abandonar la seguridad de la cabina de la nave. Y el frío y la radiación cósmica del vacío eran la mejor forma de esterilizar su nave de cualquier patógeno que se hubiera adherido al casco de Malenky.
Ayudar a contener la epidemia no era algo que enorgulleciera especialmente a Panov. Él pensaba que la gente moría a millones a cada segundo y que, unos cuantos miles más o menos, no suponía ninguna diferencia. Mala suerte para ellos pero la vida no era justa. No podía sentir pena por gente desconocida que moriría antes o después.
Así pues Panov ordenó la carga de las medicinas y puso rumbo a Dreyer Hub en Primi. El viaje era corto y se produjo sin ningún contratiempo. Su nave ahora estaba marcada como perteneciente a la superpotencia de Aisling, por lo que era susceptible de ser atacada por naves de las superpotencias enemigas.
Salíó de supercrucero, se acercó a la estación espacial y, cuando estaba a menos de los 7,5 km que marcaban las normas, pidió plataforma de aterrizaje.
Se trataba de una pequeña estación industrial con unas pocas plataformas para naves medianas y pequeñas; la Sidewinder de Panov era de las más pequeñas que pululaban por la galaxia.
Panov no queria perder tiempo por lo que cargó combustible y ordenó la entrega de las medicinas, todo ello sin abandonar la cabina. Pensaba que él era demasiado bueno para mezclarse con la gentuza que transitaba por lúgubres apeaderos como aquel. Y más con una epidemia descontrolada en dicho sistema.
El número de créditos prometidos por el éxito en la misión incrementó su saldo; buenas noticias para Panov, que los necesitaba urgentemente para mejorar su vetusta Malenky con componentes de mejores calidades.
Panov marcó Cubeo como próximo destino y pidió permiso para despegar. En pocos minutos estaba saltando de nuevo al hiperespacio para salvar las enormes distancias que separaban los sistemas estelares entre sí.
Apareció cerca de la estrella principal, como siempre ocurría con los saltos hiperespaciales. Lo siguiente era dirigirse a Medupe City en supercrucero, lo que le llevaría unos minutos. Durante ese tiempo Malenky era vulnerable a ser interdictada por naves enemigas o piratas.
Panov se sentía tranquilo porque un rato antes había hecho el mismo trayecto sin encontrarse ningún escollo.
Pero esta vez iba a ser distinto; súbitamente Panov sintió una brusca alteración en su nave. La identificó como una interdicción. Alguien quería sacarlo de supercrucero a espacio normal, seguramente para atacarlo e intentar destruir su nave.
Y eso podía suponer morir. Las naves contaban con un sistema de eyección que expulsaba a los pilotos en una cápsula de supervivencia segundos antes de que la nave explotara. Pero este salvavidas no era perfecto y fallaba frecuentemente, provocando la muerte del infortunado piloto. Y, aunque la eyección fuera exitosa, la cápsula podía ser destruida fácilmente por pilotos enemigos sin escrúpulos que no respetaran las normas éticas de prohibición de eliminación de cápsulas.
Todo esto lo sabía Panov. Se sentía frágil y el terror le invadió. Ni siquiera se fijó en el tipo de nave que le estaba interdictando. Cualquier nave era mejor que la suya. Y, en el fondo, él sabía que casi cualquier piloto también era mejor que él.
Le pareció comprobar que la nave atacante no era pirata, sino una nave de una superpotencia federal enemiga que debía estar patrullando en Cubeo, intentando bloquear la entrada de naves de Aisling en las estaciones de dicho sistema.
Panov, presa de un ataque de pánico, tomo una decisión medianamente inteligente: ceder a la interdicción. Podría haber luchado contra ella y, en caso de victoria, la interdicción fallaría y él podría continuar su camino. Pero en caso de perder, caería al espacio normal con el motor de salto inutilizado durante unos minutos, lo que le dejaría a merced de ser destruido fácilmente por su enemigo.
Cediendo a la interdicción, el motor de salto estaría disponible en muy poco tiempo y, con un poco de suerte, sería suficiente para saltar rápidamente a otro sistema antes de ser devastado por su agresor.
Ceder era la decisión más inteligente y así lo ejecutó Panov.
Malenky salió al espacio normal girando y desorientando todavía más a Panov. Rápidamente, con dedos temblorosos, buscó un sistema cercano a donde saltar. Daba igual, simplemente tenía que estar dentro del rango de su motor de salto. Eligió uno al azar, puso rumbo a él y activó el motor de salto hiperespacial.
Pero Panov era muy vulnerable durante los segundos que tardó en realizar estas acciones e incluso más allá, porque la nave tardaba unos momentos desde la activación del motor de salto hasta que este se producía. Quizás un minuto en total. Tiempo más que suficiente para que cualquier nave enemiga pudiera destruir una indefensa Sidewinder.
Sin embargo no hubo ataque. Ningún láser ni misil agredió a Malenky. Y la huida se produjo con éxito.
Panov se había orinado encima. Se sentía aterrado, sucio, frustrado, impotente y… enfadado. Su irá empezó a alcanzar cotas alarmantes, desvaneciendo el resto de sentimientos que lo habían embargado segundos antes.
¿Por qué Panov se sentía tan enojado? Cualquier otra persona se habría sentido aliviada de haber salido con vida de una amenaza tan peligrosa como la experimentada momentos antes.
Pero Panov se sentía humillado. Un piloto, seguramente muy mediocre, había osado atacarlo en el sistema donde se supone que debería haber estado más seguro. Y no solo eso, sino que lo había menospreciado y, al comprobar que su presa se trataba de una indefensa Sidewinder manejada por un piloto novato, decidió dejarle huir sin gastar ni una mísera ráfaga de láser.
Un comportamiento así podría ser juzgado como honesto y caballeroso por la mayoría de la gente. Pero para Panov era una gran humillación haber sido indultado de esta manera. Su intrínseco sentimiento de inferioridad había aflorado nuevamente junto a una furia desbocada fuera de control.
Panov estaba en un sistema deshabitado. Necesitaba hacer algo para desahogarse. Puso rumbo a HIP 5700, un sistema habitado cercano. Una vez en dicho sistema, se dirigió a Bracewell Port, una estación Coriolis situada relativamente cerca de la estrella.
Lo primero era sanear la cabina de sus orines; lo segundo, asearse a si mismo. Contrató un servicio de limpieza para lo primero y un camarote de aseo personal para lo segundo. Prefirió gastarse un poco más contratando empresas de buena calidad para asegurarse de que no quedaran desagradables fluidos de su reciente humillación.
Una vez todo limpio, volvió a la cabina de la nave. No quería cruzarse con nadie. Su ira seguía en niveles delirantes y en ese momento odiaba a cualquier miembro de la raza humana.
Entró en el sistema de búsqueda de misiones. Una facción presumiblemente pirata llamada Yaque Gold Rats ofrecía una buena recompensa por la eliminación de naves infectadas por otra de las plagas que últimamente asolaban aquellos sistemas.
En la descripción de la misión se afirmaba que las naves objetivo estaban indefensas e iban a poner una débil resistencia a su desintegración. Una misión de limpieza bien pagada para extirpar de la galaxia a unos pobres desgraciados condenados de antemano y que no importaban a nadie. Una limpieza similar para Panov a la que había ordenado momentos antes para la cabina de su nave.
Panov aceptó la misión y puso rumbo a Yaque, el sistema donde se podían encontrar aquellas naves emponzoñadas.
Empezó a patrullar el sistema en supercrucero y pronto encontró una nave a eliminar. Se trataba de una Hauler sin escudos, pilotada por un comandante novato. Parecía que los infectados no tenían recursos para costearse una huida en una buena nave y con un piloto medianamente preparado.
Panov la marcó como objetivo e intentó interdictarla. Ahora Panov era el agresor y no la víctima, como había ocurrido un par de horas antes.
La interdicción fue exitosa, y Malenky y la Hauler salieron al espacio normal. El otro piloto abrió el canal de comunicación, pidiendo clemencia y apelando a los buenos sentimientos de Panov. Pero Panov seguía fuera de si, odiando al Universo entero y sin poder sentir otra cosa que una ira irrefrenable. Cerró la comunicación y empezó a disparar a la Hauler.
La víctima intentó realizar una maniobra evasiva pero el piloto no era muy habilidoso; los lasers de Panov acertaban sin remisión en su objetivo. Poco a poco la Hauler fue perdiendo integridad hasta que finalmente explotó.
La autoestima de Panov se incrementó ligeramente y su rabia disminuyó en la misma proporción. Según dicen, la primera vez que matas a alguien sientes algo extraño, unos remordimientos primigenios que te remueven por dentro. Panov no sintió nada.
De esta manera exterminó otras dos naves infectadas. La misión estaba resultando tan sencilla como se prometía. Créditos fáciles, algo de diversión, experiencia en combate y alivio para su ira. Todo perfecto.
Sólo le faltaba una nave más para completar con éxito la misión. Encaró a una Adder infectada; el piloto tenía algo más de experiencia que los anteriores, podría resultar más difícil de abatir; pero Panov estaba cansado y quería finalizar lo antes posible la misión.
Interdicción, espacio normal y fuego de lasers. Sin embargo, esta vez fue diferente. La Adder estaba armada y el piloto enemigo intentaba defenderse con cierto éxito. Los débiles escudos de Malenky empezaron a sufrir los lasers de la Adder y, en poco tiempo, desfallecieron.
Ambas naves se encontraban en un juego mortal, encarándose y disparándose mutuamente, a la manera de las antiguas justas medievales entre caballeros. La integridad de las naves bajó rápidamente. Panov empezó a sentir un sudor frío, indicativo del miedo y frustración que estaban apoderándose de su alma.
La Adder sufría más que Malenky, pero unas ráfagas afortunadas igualaron un poco el duelo. Malenky empezó a sufrir fallos esporádicos en sus sistemas al ir pendiendo integridad. La Adder enemiga debía estar sufriendo síntomas similares.
Panov se alarmó al ver que la integridad de Malenky bajaba por debajo del 40%. ¿Cómo era posible que una Adder sin escudos pilotada presumiblemente por un desesperado apestado apenas sin experiencia estuviera resultando tan difícil de exterminar? El terror y frustración de Panov crecían a la vez que la integridad de Malenky disminuía.
Finalmente la Adder explotó. Y el proceso se repitió en el interior de Panov. El cóctel de terror y frustración fue dejando paso poco a poco a una ira irrefrenable. Panov se volvía a sentir humillado por haber estado cerca de ser derrotado por alguien considerado como muy inferior por elevado ego.
Panov regresó a Hague Gateway en Yaque, la base donde había obtenido la misión. Cobró los créditos y, sin salir de la cabina, encargó un poco de comida y un mucho de vodka. Se sentía cansado, enojado, frustrado y el alcohol debía ser un buen remedio para sentir menos dolor dentro de su atormentada alma.
Fue perdiendo la conciencia poco a poco, sintiendo un lejano alivio a su desesperación. Y, antes de dormirse, comenzó a llorar amargamente y volvió a ensuciar la cabina con una mezcla de vómitos y lágrimas.
Rabia
Reviewed by Pablo Barroso
on
23:35
Rating:

No hay comentarios: