Mientras dure la guerra
La equidistancia en política suele asociarse a cobardía y pusilanimidad . Sin embargo, seguramente la equidistancia sea la postura más razonable y su contrario, es decir, la polarización es lo que suele avivar el fuego de los conflictos políticos.
Hablar así, en general, en abstracto, es fácil. Pero en la vida también hay situaciones y momentos en los que posicionarse. Y en esos momentos se distingue a los equidistantes que lo son por miedo de aquellos que lo son por convicción y ética personal.
La película narra la postura de Unamuno desde los momentos iniciales del levantamiento contra la República hasta unos pocos meses después, en su último discurso como Rector de la Universidad de Salamanca.
Y, más que postura en singular, se debería decir posturas en plural, o más bien evolución desde un apoyo tácito a dicho levantamiento, hasta una crítica feroz al mismo, que le cuesta su destitución como Rector y su enfrentamiento al embrionario régimen franquista.
En cierta medida esa fidelidad de Unamuno a sus principios morales aun enfrentándose a los poderes establecidos de ambos bandos, y siendo criticado y repudiado por los mismos, me ha recordado a figuras como Serrat o Boadella; catalanes que lucharon por la libertad contra la dictadura de Franco y a los que algunos independentistas radicales (desconocedores absolutos de la Historia) ahora les acusan de traidores a la República catalana. Equidistantes repudiados por radicales de ambos bandos. Valientes luchadores por causas justas y razonables.
Aparte de la figura de Unamuno, el otro protagonista es Franco; fuera de las caricaturas fácilonas del personaje que suelen verse en otras películas, aquí se le describe como inteligente y astuto. Revierte la situación inicial de ser un general secundario a pasar a convertirse en Generalísimo; e incluso en Jefe del Estado, en principio "mientras dure la guerra", pero finalmente de manera permanente, hasta su muerte en 1975.
Hay un hecho histórico que me ha resultado curioso en la película: la justificación de la toma de Toledo para rescatar a los supervivientes del Alcázar en detrimento del avance hacia Madrid. Este suceso siempre se ha contado como un grave error de estrategia de Franco, que podría haber ganado la guerra de manera muy rápida si hubiera decidido ir directamente a por Madrid.
Sin embargo en la película se cuenta que Franco conocía las consecuencias y que se trató de una maniobra para convertirse en un héroe ante el mundo y además alargar la guerra de manera premeditada para afianzar su poder y purgar el país de indeseables para prevenir una rebelión posterior. No sé si hay pruebas que demuestren la verosimilitud de esta teoría, pero me parece algo dudosa.
En mi opinión es una película excelente, la mejor película que recuerdo sobre la Guerra Civil Española, que ilustra sobre hechos importantes de nuestra Historia, tristemente desconocidos para la mayoría de los españoles (me incluyo); y, sobre todo, que emociona hondamente al ver la pena de Unamuno y su impotencia para detener la apisonadora fascista que provocó tanto dolor y muerte.
Mientras dure la guerra
Reviewed by Pablo Barroso
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No te puedes sumergir en el pasado con la mirada y los valores del presente, sobre todo cuando es tan cruento, tan ajeno al mundo de las ideas. Esta película no trata sobre una guerra civil de padres contra hijos, de hermanos contra hermanos, el horror que provocó ni siquiera se atisba. Más bien intenta transportar a Unamuno hasta nuestros días, para reflejar su arrepentimiento por haber traicionado a su República, por haber apoyado el alzamiento de Franco, para hacernos reflexionar sobre sus contradicciones políticas, sobre su vigencia. Por una parte el director aboga decididamente por la reconciliación entre las dos Españas, portadoras por igual de la misma enfermedad (siempre según palabras del propio Unamuno en su último y redentor discurso), pero al mismo tiempo parece trasladarnos que estamos igual que hace 80 años, como si nada hubiera cambiado, desdeñando la convivencia pacífica de los últimos 40 años, como si no nos hubiéramos concedido una democracia más que consolidada, como si las dos Españas no cohabitaran pacífica y democráticamente. Cuidado, parece que nos advierte, no nos equivoquemos como le ocurrió al mismísimo Unamuno. Puede que de alguna manera esa eterna y cainita lucha entre la derecha y la izquierda siga viva, que de eso no me cabe duda, pero en paz se pueden confrontar ideas. En una guerra, la muerte es el resultado de la confrontación, la de hombres, mujeres y niños. Son las personas, no sus ideas, las que sufren y sangran. Cuantos jóvenes empuñaron un arma sin saber lo que eran la izquierda o la derecha, sin interesarles siquiera? O estaban en un bando, pero simpatizaban con el otro? Nunca he compartido esa visión casi romántica de unos españoles que están dispuestos a morir por defender sus ideas, aunque sólo sea porque también están dispuestos a matar por ellas. Para mí las ideas siempre han sido más bien el pretexto para iniciarlas, las primeras armas que se utilizan cuando ya ha empezado, como de alguna manera recoge la película al mostrarnos cómo Franco se apropia en su beneficio de algunas ideas de Unamuno, como si alguna pudiera justificar la guerra, la segura y temprana muerte de cientos de miles de personas. El detonante, lo que la desencadena, es el odio, el desprecio, la intolerancia, la necesidad patológica que tenemos de sentirnos mejor que los demás, ya sea por una cuestión territorial, étnica, religiosa, ideología etc. Cuando más odio respiramos, más nos escondemos detrás de nuestras ideas, con más fanatismo las defendemos. Con el tiempo las ideologías van desechando unas ideas y adoptando otras, pero el odio y el desprecio del ser humano siempre tienen la misma naturaleza, provocan idéntico horror.
ResponderEliminarSí, hay que controlar que no reverdezcan actitudes que se han revelado dramáticas para nuestra convivencia. Y también habrá que vigilar las emociones negativas que se esconden detrás de otras que sólo buscan la confrontación entre personas, por más que nos las presenten tan modernamente camufladas que ni las reconocemos. No estamos igual que hace 80 años ni de lejos, ni nos acechan los mismos fantasmas.
Por lo demás, en su aspecto más formal, la película está hecha por alguien que entiende y domina el arte cinematográfico. Y no resulta pesada, por más que pueda parecerlo; es incluso amena. Está hecha con pasión y con corazón, pero su contención acaba por convertirla en tibia. No consigue transmitir demasiadas emociones.
¡Qué alegría! ¡Mi primer comentario! Me da igual que sea un copia/pega de filmaffinity... gracias Jorge ;)
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